Olas de Mar

 Mar nació con nombre de oleaje y así llegó a ser Mar. Una marea a la que le influye la luna llena, que viene, que va, que arrastra, que mueve la arena a su paso, que deja conchas en la orilla, burbujea y hace espuma, se convierte en ola, llega y se va... y así es Mar.
 Sencilla y natural como el agua misma, cuya gota en sí no parece nada pero consigue reunir más de mil gotas a su alrededor, que sin ellas tampoco sería nada, hasta llegar a conseguir formar como el mar, su propio mar. 
 Decide evaporarse en nubes en ocasiones y cuando lo considera (quién sabe el motivo o la causa) deja derramarse en agua para respiro de una tierra seca y volver a llenar caudales (resulta prepotente lo sé, y ella también lo sabe).
 Pero sigue volviendo al mar, y como la misma naturaleza que el mar posee, a veces se agita, se remueve y hay oleaje. Otras, está en calma y se puede notar la brisa y disfrutar de un relajante paseo en barca.
 Es reflejo de ese azul del cielo que nadie sabe a ciencia cierta si es el cielo azul por el mar, o es el mar azul por el cielo; y ese reflejo solar que a veces gusta observar pero otras quema. 
 Y sigue guardando sus misterios submarinos dentro: peces insospechados, vegetación en forma de algas, restos de un naufragio... Y entonces entiende la gente que por algo, se llama Mar.
 Nunca me gustó mi nombre, pero sigo y seguiré siendo Mar.

Sueño de otoño

 29 de octubre y notas ya el otoño casi invierno en la ciudad. Es esa sensación cuando abres lo ojos de noche-madrugada; cuando abres los ojos y al principio, desubicada, no sabes si acabas de despertarte o acabas de echarte a la cama.
 Miras qué hora es, y son las 5; pero es la misma sensación nocturna... da igual si son las 7 de la mañana como de la tarde, es la misma luz nocturna, como si el sol se apagara. 
 Te das cuenta que te has olvidado de cerrar la ventana antes de acostarte, porque es tu costumbre tenerla abierta, como si una estuviera a la espera de un Peter Pan imaginario buscando su sombra, esa que siempre todos, y no sólo él, pierde de noche.
 Percibes el frío matutino y sientes los pies helados. Te has acostado con los calcetines puestos, pero alguno se ha perdido entre las sábanas. Y recuerdas que alguien te comentó un día que si tienes los pies fríos es imposible dormir.
 Y llega un momento, cuando ya poco a poco ese frescor helado te va espabilando, que no sabes si buscar el calcetín perdido por las sábanas o directamente incorporarte de la cama a cerrar esa ventana; porque hace frío y sigue siendo de noche.
 Al final decides levantarte de la cama, con ese pie derecho que aún guarda su calcetín intacto, andas de puntillas y cierras la ventana. Y en lugar de buscar el calcetín perdido optas por deshacerte de él y buscar otro par de calcetines (ya lo buscarás a la mañana siguiente). Y te vuelves a refugiar en la cama, y te cubres casi hasta las orejas con la manta, y sientes la sensación de estar protegida y resguardada, que nada te va hacer daño: no hay monstruos, no hay nada. Y vuelves a cerrar los ojos... Siempre tengo dicho que el otoño invita al sueño.

Yo sólo quiero almejas...

 Mi plato favorito son las almejas a la marinera y punto. Es que mucha gente, cuando me lo pregunta, no puede evitar cierta sonrisa sarcástica. Creo que es porque ya están tan acostumbrados a que haga uso de un doble lenguaje metafórico y ya se piensan cualquier cosa (seguro que si dijera "los mejillones a la vinagreta" no pasaba eso). Pero es verdad, el día que descubrí las almejas a la marinera se quedó grabado en mi recuerdo.
 Yo tendría unos 7 años más o menos, no lo recuerdo y era un fin de semana próximo a mi cumpleaños, en verano. Un día de estos que dice mi padre: 
Hoy nos vamos a pasar el día con los abuelos (sus padres) a San Sebastián
 Porque resulta que en mi ciudad hace un día soleado y estupendo, y aventuras que allí, al no estar tan lejos, el tiempo no va a cambiar.
 Y recuerdas los preparativos del coche previos al viaje: la mini-nevera de campo (naranja que era), los bolsos, las toallas, el bañador, la crema de protección solar... y la chaqueta por si acaso. Y escuchas a mi abuelo decir constantemente:
_ Coged el paraguas. - (y se le mira raro, pero sigue insistiendo)Mete el paraguas. ¿Ya has cogido el paraguas?
 Y qué razón tenía mi abuelo. Conforme íbamos aproximándonos con el coche, las nubes eran más negras. Llegamos allí y como ya os podéis imaginar, aquello era de todo menos un día de playa (y qué viento hacía). Y vuelves a escuchar a mi abuelo refunfuñando:
¿No os dije que cogierais el paraguas?  -(porque es que, al final, nadie le hizo caso... salvo mi abuela, claro).
Lo que el viento no se pudo llevar...
 Pero ya que estás allí tampoco vas a malgastar el día, y como el plan de comer en la playa (como buenos veraneantes de los 80 tal cual se precie) se había ido al garete, se decide buscar un restaurante en la ciudad, que también se agradece, visto el día que hace. 
 Se escoge un sitio después de dar vueltas por los alrededores, te sientas a la mesa y te dan la carta. Y una ya sabe leer perfectamente a esa edad y además se siente importante porque hasta le han dado una carta a ella para poder elegir. Llega un momento en que te das cuenta que tus padres y tus abuelos se miran entre ellos un poco con los ojos como platos (años después te das cuenta que lo que pasaba es que aquello se salía un poco del presupuesto que tenían pensado) y compruebas un tanto sorprendida que todos parecen haberse puesto de acuerdo en pedir paella. Hasta que llega el turno de la niña, toda ella muy dispuesta, y le salta al camarero ante la sorpresa del resto de comensales:
Pues yo quiero ALMEJAS A LA MARINERA. _(ya conocía las almejas de alguna que otra navidad, pero eso de "a la marinera" te choca).
 Reacción inmediata de mi madre, disimuladamente en voz baja:
Pide otra cosa.
Y yo por qué voy a tener que pedir otra cosa; aquí todos habéis elegido lo que habéis querido ¿no?. Pues yo quiero almejas a la marinera, y ya está. (y no añades lo de "y si no, no como" porque entonces te acuerdas de la amenaza de encerrarte en el internado).
 Y vista tal escena, porque yo no hablaba en voz baja, la risa inevitable de mi abuelo (de mi abuela no tanto) y del camarero, pues nada, se consintió que la niña pidiera su plato de almejas. Y vaya almejas me pusieron, pedazo de almejas... mientras veías al resto comiendo su paella. Pero bueno todo hay que decirlo dejé que cada uno cogiera UNA de mis almejas.
 Mi abuelo Pedro recordaba siempre aquello: el día que a la niña se le antojaron las almejas. Ayer hizo diez años que falleció. Un besito abuelo, yo también me acuerdo de tí cada vez que pruebo las almejas a la marinera.

Mi desahogo

 Hay gente que al leer estas 'mis marejadillas' piensa que todo lo tomo a risa y hay otra gente que se entretiene por la frivolidad o carácter natural que trato ciertos temas. Pero a mucha gente se le escapa que a pesar de lo que escriba, deje o no deje de ironizar, sigo perteneciendo al género húmano y todo lo que éste conlleva (aunque muchas veces diga que no soy persona, que soy mar-ciana, pero es que me lo da el nombre, y a veces te apetece serlo).
 Sufro y padezco como todos lo demás, tengo mis problemas añadidos en mi vida personal, tanto físicos como personales. 
 Me levanto todos los días como el resto, y tengo que vivir en el mismo contexto que todos vemos y nos movemos a diario. No tengo unas pupilas diferentes que me hagan contemplar algo así como un 3D ficticio en una pantalla que separe lo ficticio de lo real, ni tampoco vivo encerrada en el pais de Nunca Jamás, protegida por Peter Pan en una infancia perpetua, por mucho que me guste rememorar acontecimientos de mi niñez-infancia-adolescencia.
Sigo teniendo los pies en la tierra por mucho que a alguno lo cueste creerlo.Y precisamente, porque los tengo, porque sé apreciar el género humano, porque me doy cuenta de lo que es el día a día que todos llevamos y lo que cuesta vivir la vida, uso, este mi blog (porque me apetecía crearlo y por qué no, compartirlo), como una válvula de escape tal cual fuera una olla a presión la vida. 
 Y me apetece practicar eso que muchos han perdido que es el sentido del humor, y mirar, analizar y observar las cosas con colorines: ni todo lo negro es negro, ni todo lo blanco es blanco. Pero si no te atreves a pintar la vida en otros tonos, creo y pienso sinceramente, que pierdes mucho al no observar lo que es la vida.
He dicho (mi desahogo)

Sueños eólicos

 Todos tenemos un sueño recurrente. Vale, sé que hay personas que no recuerdan lo que han soñado por la mañana, pero eso no es algo que suceda siempre. Yo soy de las que siempre se acuerdan (y a los que estén intrigados sobre si se sueña en color o en blanco y negro les digo que sí: se sueña en color, y es más, se pueden percibir sonidos e incluso olores).
 El recurrente común a todos suele ser el de encontrarse de pronto descalzo por la calle, sin zapatos. Yo ese lo he transformado muchas veces (o mejor dicho, mi subconsciente, que tiene vida propia) y me encontraba intentando coger la pareja de un zapato caída en alguna parte tipo pozo. Pero ese no es en la actualidad mi sueño recurrente.
 El que es en la actualidad mi sueño recurrente es que de pronto corre mucho viento en la ciudad; el día se vuelve gris oscuro y de pronto empieza a correr una fuerte racha de viento. No llego a ver torbellinos, ni tornados, las cosas no giran por el aire, pero sí noto que sopla fuerte, muy fuerte y todo lo arrastra, lo empuja, lo mueve. 
 Lo que me asombra de ese sueño, es que normalmente lo que una se espera es que la cosa no acabe bien, te sientas elevada por los aires y acabes aterrizando en la cama... Sí, esa sensación de caída repentina, que es cuando abres los ojos y te despiertas. 
 No, en mi caso, en ese sueño, siempre logro llegar a casa. Me siento resguardada, pero intranquila; con esa inquietud enorme de mirarlo todo desde la ventana.
 Hoy ha amanecido un día de bastante viento, pero curiosamente no he soñado con ello. Y he visto el pino que tengo en el balcón (uno de esos pinos de navidad de hace 4 años que todavía conservas) tendido en el suelo, y mi primera acción ha sido darle cobijo dentro. No me apetece salir de casa, tampoco sé si será por mis sueños... pero siempre te queda eso.

Toma castaña

 Y no es por nada en particular, de hecho creo que esa expresión hace mucho que se dejó de usar. Es que hoy me han traído a casa como medio kilo de castañas recién cogidas, y claro.. ahí están en un bol, esperando. Y las miras y en realidad estás pensando: y yo qué hago ahora con esto...
 Porque sí, a las castañas aparte de relacionarlas con el otoño, tengo la imagen guardada de los años de colegio, en las horas de patio. Casi se te perdía la mitad del recreo intentando pelar la castaña. Y te llevaba las uñas en ello, pero daba igual: una castaña era casi un premio y no cualquiera traía castañas. Era algo evidente, lo más normal a la hora del recreo, en otoño, era la típica mandarina (que algunas también costaba pelarlas, pero no es lo mismo; no). 
 Después las veías tiradas en la calle (las castañas), de árboles varios, pero noooo, esas no eran comestibles (¿por qué no pondrán en la calle árboles con frutos comestibles?) esas eran castañas pilongas. Lo compruebas el día que te esmeras en pelar alguna, y cuando por fin lo consigues y le das el bocado... ya te das cuenta son un tanto pelín amargas, de éstas que ya te dejan arrugada la boca...y desistes.
 Pero lo típico en estas fechas de otoño son las castañas asadas; esos puestos en mitad de calle y ese aroma tan característico. Así sí; ya no hace falta en esmerarse pelarlas. Y suelen (solían) agradecerse, porque ese cucurucho papel en mano, calentito con las castañas recién salidas de las brasas, te calentaba las manos. En realidad pierde la gracia de lo que es pelar una castaña, pero ahí estaban tus castañas.
 Recuerdo que la primera vez que tuve una cita, quedamos en un puesto de los mencionados de castañas asadas... No, aunque lo parezca, no fue muy idílica la cosa porque tal puesto en tal plaza situada no estaba. Así que ya no sabías si se había equivocado de puesto o aquello tornaba en cosa rara. Y te encuentras al amigo de turno que acude rápido a avisarte que está en otro puesto de castañas, esperando... y te acuerdas; y te acuerdas de lo qué llovía ese día. Pero a pesar de todo, no compramos castañas.

Casi a gritos

  Estos días me encuentro bastante baja de ánimo. Lo da el otoño; la falta de luz solar, ya se sabe. Pero también le han ido ayudando otros factores contextuales añadidos (dichosa química y dichosas hormonas...).
 Vas aguantando como puedes hasta que ya llega un día en el que sucede cierta situación la cual consideras del todo injusta y carente de lógica alguna, y te desbordas como buena gota que colma el vaso; y acabas saltando y quejándote de todo: ya no te callas. Y como después de la tormenta ya se sabe que llega la calma, al final, con cierta resignación, lo que acabas es preguntando que si hay alguna forma de recuperar la energía perdida y te recomiendan que lo mejor que puedes hacer es salir a la calle y dar cuatro gritos (parece ser que en casa ya debo gritar bastante, vete tú a saber).
 Y te acuerdas de una vez que leíste en una revista de éstas de investigación, que si gritas durante 8 años, 7 meses y 6 días, generas la energía suficiente para calentar una taza de café. Desconozco quién acabó sacando en conclusión tan fundamental dato, pero supongo que pudo dormir tranquilo esa noche (habría que saber si también fue capaz de constatarlo).
 Si yo entiendo que es una buena forma de desahogo, pero entendedme a mí, que tal y como están las cosas, no está el horno para bollos, y como haga caso a tal recomendación, una de dos: o viene la policía o los loqueros. Los bomberos ya se presentaron un día por casa (pero eso es otra historia que tiene que ver con una tostada quemada y sigo insistiendo que no era mía la tostada) y con el 112 tengo "enchufe" (cierta persona cuando le toca ambulancia con la Cruz Roja, me avisa para que si por un casual pasara algo, dios no lo quiera, llame a la DYA)
 Así que, en conclusión: mejor no tentar a la suerte y comprobar cómo funcionan los otros cuerpos de seguridad y bienestar social del Estado, porque la única excusa que se me ocurriría en ese momento determinado es... no sé, ¿decir que estoy con la menstruación? (y ya sí que la acabamos de arreglar).
 Al final lo que voy a hacer va a ser calentar una tila en lugar de café. Mejor dicho: que lo caliente el microondas que a estas alturas ya cualquiera me ve muy capaz de estar 8 años, 7 meses y 6 días gritando para calentar la taza; aunque eso pasaba con el café, igual con la tila es otra historia.

Algo pasa con Mary...

  Mary Blair. Es la persona a la que el Google ha decidido homenajear en el día de hoy dedicándole su Doodle particular. Y una al principio no cae quién es, casi te suena a la marca de las medias; no, que esa era Mary Claire... (algo pasa con las Mary; a mí al otro lado del charco me llaman Sea's Mary, por cierto...)
 Y descubres que es la de los "dibujitos" (sí, da igual que tengas treintaytres años hay cosas que sigues llamando igual a pesar del paso de los años; y como tú misma te entiendes, pues eso; y además aunque los demás no lo reconozcan también te entienden). Porque esos dibujos que hacía ella los hemos "embebido" en toda nuestra infancia, tanto en cuentos como en cromos. 
 ¿Os acordáis cuando jugábamos a los cromos? eso era acercarte a lo que en la vida real vendría a ser después la Bolsa. Sí, tú ponías un cromo, cuantas más personas jugaran mejor, y depende de la suerte, el azar y la manera en dar la palmada, acababas con dos o tres más (y hay que ver qué satisfacción te entraba)
 También dependía mucho el hecho de si eras el primero en dar la palmada, o te tocaba el último puesto. Pero es igual porque eso iba rotando. Además distinguíamos incluso lo que eran los "cromos bonitos" a los "cromos feos", los pequeños y los grandes. Había algunos incluso con purpurina (esos ya eran 'la creme de la creme' en el mundo cromo). Y cada cual se las ingeniaba para guardarlos en vete tú a saber qué caja. Solían ser metálicas y te las daban los abuelos (cajitas de puros, cigarrillos y tal, o de caramelos). Con que uno/a se los pudiera encajar en el bolsillo de la bata daba igual, porque era el "juego estrella" en el recreo.
 Y todo esto viene porque te quedas observando las ilustraciones de la tal Mary Blair, y sí, te los recuerda. 
 Y miras una en particular y te trae a la mente esos años de niñez y juegos varios. E incluso descubres 'sorprendentemente' que la ilustración es de los años 50. Vaya, no hemos cambiado tanto desde aquel a la que fuera "nuestra época"... Echadle un vistazo y decidme quién no se acuerda haber jugado a esto.

Más que palabras.

 Todo el mundo tiene miedo a algo (salvo 'Juan Sin-miedo' que se pega todo el cuento intentando asustarse con algo. Es el cuento anti-cuento donde el final feliz, es llegar a tener miedo). Y esto pasa como lo de los síndromes (véase la entrada titulada 'Eso que es lo que es'), que al final te encuentras con una lista de fobias para dar y desear e intuyes que en esta vida se puede tener miedo a cualquier cosa... cosa que tampoco es de extrañar. 
 Pero a ver, que alguien me explique alguna vez quién es el encargado de ponerles los nombres, porque el colmo de las fobias es encontrarte por ejemplo:
- Miedo a las palabras largas: hipopotomonstroesquipedaliofobia.
 Sí, yo me quedé igual. Es un sentido del humor un tanto peculiar (por no decir lo de la mala leche del que se le ocurrió la idea). De acuerdo que una forma de superar los miedos es afrontándolos, pero si, por ejemplo, sufres de aracnofobia, seguro que tampoco te sentaría muy bien que de pronto te plantasen delante la araña. 
 Es más, lees la palabra (que conste que me ha costado lo suyo ponerla, no he hecho copy-paste) y ya hasta te entra a ti la misma fobia. Te paras a pensar y crees que no existen tampoco en el mundo palabras tan largas como la de la propia fobia; y supones que quien la padezca será un trauma de infancia por culpa de Mary Poppins y su supercalifragilística gracia. Y entonces te encuentras con esto:

Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch
 Es el nombre de una aldea del Reino Unido con un alcalde también con un peculiar sentido del humor, al que no se le ocurrió otra cosa que "alargar" el nombre de la localidad debido a que ya había muchos Llanfair por la zona, y así sacarle rentabilidad turística al asunto. En realidad el nombre se lo puso el zapatero del pueblo (siempre se dice: "zapatero, a tus zapatos"; aquí ya lo de Zapatero tiene otras connotaciones pero en fin, cosas de la historia...).
 La traducción en galés viene a ser: "La Iglesia de Santa María en el hueco del avellano blanco, cerca de un torbellino rápido y la Iglesia de San Tisilo cerca de la gruta roja." (y porque sabes que no estás en territorio yanki, pero te parece que en cualquier momento te va a surgir una tribu de sioux o de apaches).
 Por cierto, a estas alturas del cuento, espero que ninguno de vosotros sea hipopotomonstroesquipedaliofóbico, porque entonces la hemos (he) líao parda...

Forestville

 Estaba mirando la página aleatoría del Wikipedia, esa que a veces le das por curiosidad "a ver que te sale" y en esta ocasión le ha tocado en gracia del azar informático al Municipio de Forestville, de Minnesota (en inglés sería algo así como: Forestville Township, una que sabe idiomas). Especifico lo de Minnesota porque hay más de un Forestville en Norteamérica (no sé por qué tienen allí en esas tierras la manía de repetir nombres, como la ciudad de los Simpson, todo el mundo intentando averiguar en su día a qué "Springfield" se refería).
Atracción típica de Forestville...
(no me esperaba otra cosa)
 Por el nombre ya te imaginas el típico pueblecito americano de gente un poco peculiar (por no decir de estos que te reciben con el rifle en la mano y te miran raro), así al estilo de la población que siempre describe Stephen King en sus obras (¿Salem´s Lot?). Y también porque es que los de Minnesota tienen una fama... lo que aquí vendríamos a denominar ser... ummm ¿más bruto que un arao? (o más salvaje que las amapolas, también se dice así...). Luego te lo confirma el dato de que apenas supera los 350 habitantes.¡Si yo tengo más de 3500 amigos en el "feisbuk"! (podría crear toda una nación, ahora que lo pienso)
 Empieza a especificar el porcentaje demográfico por raza de la población y lees: 96,19% blancos, 0,28% afroamericanos (ya sabéis cómo es esto, no pasa nada si dices "blancos", pero queda políticamente incorrecto decir "negros") y 0,28% amerindios... Pues vale; era más fácil decir: todos blancos menos una familia de negros y otra de indios. Si total, qué más da, si allí se conocen todos seguro: la lista, el tonto, el borracho, la presumida, el dandy (iba a decir "el putero", pero bueno... no perdamos las formalidades),la solterona y la cotilla. ¡Como en todo pueblo!.
 Luego el artículo sigue especificando que el 0% son de raza asiática. Sorpresa y ojos como platos. ¿En serio? no me lo creo.... ¿No tienen tienda de chinos ni un simple restaurante?.Si a día de hoy los chinos están en todas partes.(aprovecho para enviar un saludo a mis vecinos del primero). Y ya por último el 2,25% te dice que pertenecen a dos o más razas. Si bueno, vale, los que son café con leche. Y entonces empiezas a pensar en las mezclas de razas y te surge la duda existencial de la jornada: ¿¿Existe algún chino negro??
 Y ahí, el mencionado artículo gentileza wikipedia aleatoriedad del día, ya se acaba y no te da ningún informe más de la localidad. Pero te entra la curiosidad y empiezas a indagar (de-formación profesional) y descubres que hay un dato que hubiera sido digno de mencionar por pequeño que sea el pueblo, y es que pertenece a un parque denominado: Forestville Mystery Cave State Park. Alucinante (te entra la vena Iker Jiménez en ese momento). Una cueva misteriosa. Seguro que en el pueblo te cuentan cualquier historia, te puedes tropezar con lo más parecido al Oso Yogui en busca de la cesta de la merienda (comida, cena, da igual, eso sí: que sea en cesta) y tampoco te extrañaría que fuera el primer lugar en el que se refleje en el porcentaje de sus habitantes censados a un chino negro...(si es que antes no lo apuntan con la escopeta, claro...)
Mystery Cave

A -gota-da

 Llega un momento al cabo de la semana en que una siente que ya no puede dar más de lo que le gustaría. Suele suceder los domingos a última hora de la jornada. Es el momento en el que parece te dedicas a hacer una especie de 'examen de conciencia' de lo que ha sido la semana, y a su vez empiezas a planear o intentar visualizar mentalmente cómo se va a desarrollar la que va a comenzar. 
 Es entonces cuando llega una especie de saturación mental: ideas que se bloquean en la mente en una lucha interna por ocupar el primer lugar en tu lista de prioridades en el que te parece un sin-fin de tareas pendientes por realizar. 
 Sabes que tienes mensajes a la espera de mirar y contestar; llamadas que responder, proyectos por acabar de definir y asuntos sin aclarar. Y te sientes mal por esa gente que está esperando tu respuesta, tu participación activa, tu opinión o simplemente está reclamando un poco de atención. 
 Y entonces, sin que lo planees, sin más ni más, surge cierto estado de falta de energía vital, porque sin darte cuenta se ha ido minando poco a poco a lo largo de la semana en diversos asuntos, preocupaciones, jaquecas personales y demás y llega el momento-colapso en el que te parece que ya no puedes más. 
 Y aunque una sabe que tiene o posee cierto don de palabra ya ni éstas se esfuerzan por salir, se declaran en huelga  y en pocas palabras (esas mismas), ya no te sientes capaz de rendir más: has llegado al límite. Los párpados pesan más de lo habitual, la vista se cansa y el propio organismo te pasa factura.
 Recuerdas a tu madre cuando te decía: tú misma elegiste eso de estudiar comunicación audiovisual (nunca fue un plato de buen gusto para ella, al principio al menos no), así que tampoco te sientes con pleno derecho a la réplica y queja. 
 Comunicación Audiovisual... chiquita tarea la de comunicarse, intentar el diálogo, intercambiar opiniones, ser cumplida y amable (por supuesto si no estoy conforme con algo tampoco soy de las que se callan, lo cortés no quita lo valiente); y aunque os resulte irónico, siempre me he declarado una persona 'antisocial'. Ves injusticias por todas partes y muy poco de 'sociabilidad'.
 El 'audio', ya me pasó factura (véase mi Tinnitus y yo.) y el 'visual' en ello está: tantas horas delante de una pantalla también tiene sus efectos secundarios adquiridos. 
 Pero te callas y te lo guardas, porque tú lo has elegido y es tu camino a tomar. Sin embargo es inevitable que  llegue un momento en el que tú misma te asemejas a una olla a presión a punto de estallar. Y a pesar de todo  te ves, aun estando con el peor de los ánimos, rascándole minutos al tiempo y dedicándoselo a escribir en este mi blog. ¿Por qué? no lo sé, que cada cual saque su propia conclusión... (y si alguien se entera de algo, que me lo explique después a mi, porque ni yo misma me entero al final de nada). Hoy me siento más que nunca simple y sencillamente AGOTADA.

Ondulaciones

 Duda existencial de la jornada: ¿por qué las patatas fritas se dividen en lisas y onduladas? o más bien la duda sería: ¿a quién se le ocurrió lo de ondularlas?, ¿tiene alguna finalidad?, ¿por qué saben diferentes las patatas lisas que las onduladas, si al fin y al cabo siguen siendo patatas?. Claro, esta duda te entra mientras te estás atiborrando de patatas (en mi caso concreto onduladas con sabor jamón, que ya sabéis lo que tengo dicho del jamón ¿no? pues eso: que es lo que a todo le da otro sabor, como a las alcachofas).
 Y te pones manos a la obra a documentarte al respecto (porque por lo visto no tienes otra cosa mejor que hacer en ese momento y te acuerdas de eso de "nunca te acostarás sin aprender algo nuevo") y te pones manos a la obra con la investigación que en realidad se reduce a.... Google (aunque ahora que lo pienso hubiera sido divertido llamar al teléfono que aparece en la bolsa de atención al cliente y hacer la pregunta en cuestión; más que todo por la respuesta; lástima no poder ver la cara).
 Y es que encima ves que incluso hay gente que tiene la misma inquietud que tú y se lo ha preguntado alguna vez en su vida (y ya te sientes algo más 'normal' dentro del género humano)
 Respuestas para todo: 
- Que se hacen con transmutaciones nucleares a base de bombardeos de neutrones que lo que originan es una brecha en el espacio-tiempo que obligan a la patata a curvarse.
- Que lo que hacen es colgarlas del palo de una bandera y que cuando ya se han ondulado bastante las fríen.
- Que son semillas especiales transmutadas genéticamente que derivan en lo que comúnmente se conoce como 'patatas ondugénicas made in Matutano'.


 Hay quien incluso se acuerda de esas planchas de pelo, que tanto se pusieron de moda en los 80 (iba a poner en 'nuestra época', ya así en plan "en mis tiempos" pero me acordé de lo de 'abuela cebolleta').  Y es verdad, al final todas caimos en la tentación de utilizarlas... y aparte de quemarte el pelo literalmente, parecíamos cualquier cosa... sí: una patata ondulada.

Descalza

Me gusta ir descalza porque estoy como ausente... 
 Bueno, descalza del todo no (más que todo porque los pies son susceptibles a pillarlo todo, normalmente suele ser algún cristalillo microscópico del vaso que hace dos meses que se te ha roto, pero da igual lo que barras, porque siempre alguno queda), pero sí con calcetines
 Es la sensación de libertad en los pies. Y los pobres calcetines, acaban hechos una pena, y creo que ese es el motivo por el que se pierda siempre alguno en una supuesta huida ya harto de verse tan arrastrado. Tengo incluso una caja especial para los calcetines sin pareja. Tampoco sé por qué los guardo, porque es evidente que si no han aparecido ya, dudo mucho que lo hagan pasado un año; pero la esperanza es lo último que se pierde. Es un misterio de estos extraños al estilo de 'El Triángulo de las Bermudas'... yo también pienso que pasan a una dimensión desconocida (tinonino, tinonino), o quizá simplemente se los traga la lavadora. A Nimey (mi yorki) de cachorrilla le encantaba cogerlos cuando me veía despistada; y la veías corriendo con el calcetín en la boca, como si de un gran tesoro se tratara, y te podían aparecer los calcetines por cualquier parte. Pero no, no achaquemos las culpas al perro, porque eso ya me pasaba de antes.
 Y la culpa de toda esta costumbre en realidad la tienen los zapatos... son traumas de infancia. Sí, parece de risa pero hay cosas que marcan.
 Con cuatro años mi madre se dio cuenta que enseguida me cansaba al ir andando (se dió cuenta porque el 'mamá aupas' se convirtió en una costumbre para sufrimiento de su espalda) y aunque era madre primeriza, ya había criado a sus hermanos y veía que aquello no era normal. Así que ale, de nuevo al médico y se confirmó lo sospechado: los pies planos (mira, ventaja: me hubiera librado de la mili si hubiera sido obligatoria en las muejres).  
 Consecuencia: te arrean un calzado especial y unas plantillas ortopédicas para que el pie recupere su orma. Imaginaros ir con unas botas-botines cerradas a cal y canto, con la plantilla forma rara, que eso era lo mismo que tener todo el día una piedra en el zapato, porque no era la forma de tu planta del pie (precisamente, para eso eran: para cambiarlos de forma). 
 Y así durante cuatro años. Y una al principio no se entera, luego ya sí, cuando vas a jugar a la goma con tus amigas en el cole (¿seguirá existiendo la cuerda y la goma? duda existencial...) y siempre fallabas y la pisabas por las puñeteras botas, y te sientes al estilo Frankenstein (que una todavía no conoce al personaje mas que de ver la Familia Monster, los sábados por la mañana).
 Además el médico ortopedista te recomienda que en casa andes descalza, y hagas tus sesiones diarias pasillo arriba, pasillo abajo de ir de puntillas ida y de talones vuelta... 
 Y tú le miras raro (con cara de miércoles) y entonces te dice: tranquila, que ya verás cuando cumplas los 18 qué bien vas a llevar los tacones (dieciocho ya es una edad que te parece mágica, porque todo el mundo usaba aquello de "cuando cumplas dieciocho" cuando o bien no querían explicarte alguna cosa, o bien no intentaras emular o imitar algo; por lo visto los tacones debían ser algo pecado...). Y cuando ya años después una calza sus tacones, esos de aguja  (especialmente en ocasiones así tipo boda), se acuerda de esa frase trascendental de consuelo que te repetía el ortopedista constantemente. Y qué queréis que os diga, es inevitable pensar: hay que ver lo 'capullo' que era aquel hombre... ¡Cómo se nota que nunca ha llevado tacones! 

¡¡¡ Firmes !!!

 12 de Octubre: Día de la Fiesta Nacional (también fiestas del Pilar) y reconozco que - a no ser que tengas la suerte de estar de puente en algún lugar- acabas encendiendo la tele por la mañana sólo por ver el desfile militar de las Fuerzas Armadas.
 La verdad es que si lo pongo, no es por el desfile en sí, sino que estás pendiente de ver aparecer la cabra; sí la de la Legión. No me vais a negar que es más entretenido ver el 'momento cabra', que al Rey saludando, y estás pendiente de ver aparecer el Tercio sólo por ver la cabra (a no ser que uno tenga algún pariente o conocido allí desfilando, que entonces te pones a mirar al estilo 'Dónde está Wally' , pero con el inconveniente que todos los de la misma formación visten igual y tienen el mismo corte de pelo: rasurado).
 En realidad la cabra como tal, aunque la vistan 'tan mona', es un macho cabrío; y llega un día que te surge esa duda existencial: por qué es una cabra la mascota de la legión. Es inevitable hacer relaciones de ideas...no me vais a negar que un poco cara de cabrones sí que tienen (que no se me ofenda nadie de este cuerpo militar, que por cuernos no va la cosa). Lo que no sé si sabréis es que antes de la cabra tuvieron otras mascotas: por ejemplo, los monos de Ceuta que acabaron sustituyéndolos por los monos de Gibraltar (estos también me han comentado que son un poco cabrones; no sé, no tengo el gusto de conocerlos) y hay quien incluso comenta con cierta ironía, que no eligieron un camello porque no cabía.
 Y ahí te quedas mirando el desfile mientras esperas que aparezca la cabra. Los ves a todos tan uniformados  y te acuerdas que aunque en tu época (ya estamos en plan 'abuela cebolleta') el servicio militar era todavía obligatorio, para las mujeres no lo era. De hecho era lo que coincidíamos las amigas cuando te ponías a hacer  la lista de "Ventajas de ser mujer", por unanimidad: que no tienes que hacer la mili (estas listas diferenciadoras entre hombres y mujeres se suelen hacer entre el sector femenino después del momento crucial que supone te venga la menstruación por primera vez; eso por mucho que digan que sí, no lo puede entender un hombre). 
 Y sin embargo, a pesar de los pesares, yo me la tragué entera, porque contando con la edad de 16 años, no se me ocurre otra cosa mejor que hacer que echarme un novio que estaba haciendo el servicio militar en aquel preciso momento. 
 Lo que se dice entera entera, no me la tragué: me libré de la jura de bandera. Pero las demás 'batallitas' todas: las guardias, las maniobras, los permisos, el calabozo.... (y te decía lo del calabozo y te imaginabas la casilla del juego de la oca: venga tres turnos sin jugar). Y el estar pendiente del teléfono sin moverte de casa (por entonces si que no me hubiera importado tener un móvil) e incluso escribes cartas románticas. También recibes alguna..... 
 A día de hoy las lees (porque todavía las conservas) y te das cuenta que el chico lo que se dice romántico, romántico, no era; pero en aquel momento era capaz de hacerle sombra hasta al propio Gustavo Adolfo Becquer. Tampoco llegó a regalarme la muñequita de la trompeta (esa que durante años tuvo mi abuela coronando la televisión del salón de su casa junto a la que iba de sevillana), pero sí que me regaló una cadena con una placa con su nombre y de colgante una bala. ¿No os resulta romántico? porque yo llegué a llevar durante meses colgada la bala... Así he salido: con voz de mando y como una cabra.

Veo, veo.......

 Veo-veo: el juego estrella de nuestra infancia. Y lo llamo 'juego estrella', porque es algo a lo que todos sin excepción hemos jugado y conocemos, y en todas partes se llama igual: 'el veo-veo'. Y en las tardes de aburrimiento es la primera opción que te daban cuando pedías jugar a algo, porque es lo más cómodo, porque no tienen que sacar juguetes y porque además se supone es un juego instructivo que te hace pensar.
 Me cuentan siempre una anécdota que tuve con ese juego (porque de esa sí es verdad que no me acuerdo del todo; se me hace hasta familiar el querer recordarla, pero creo que es más por las veces que me la han contado)
 Resulta que estaba la hermana pequeña de mi madre -mi tía- en casa por aquella época; época en la yo empezaba a balbucear mis primeras palabras. Bueno, en realidad ya era toda una cotorra, pero en fin, pues eso: que todavía lo de las pronunciaciones varias no las dominas, porque te has dedicado la mitad de tu corta vida a perfeccionar sólo el llanto.
 Tarde aburrida dónde las haya (supongo) y mi tía propone: 
_ Venga juguemos al veo veo.
_ Veo veo....
_ Qué ves...
_ Un animalito que le gusta el queso y empieza por D (una todavía no domina del todo las reglas del juego, ya hasta incluso da pistas sin pedirlas)
 Primera cara de extrañeza, un animal que empieza por D (no suele haber muchos si os paráis a pensar) y que encima le gusta el queso...
_ Eso tiene que ser un ratón
_ No
_ Cómo que no, a ese le gusta el queso...
_ No
 Una hora dando vueltas al coco en averiguar qué animal que comienza por D le gusta el queso. Por lo visto debió decir de todo lo pensado y sin pensar: hasta el Diplodocux salió mencionado. Ya al final desesperada:
_ Venga me rindo, dime cuál es, aunque yo creo que es un ratón...
_ Pues no, que no es un 'datón'..... ¡¡¡¡ Es una 'DATA' !!!!

Ni bestias ni animales... lo siguiente.

 Hoy es el Día Mundial de los Animales y no he podido evitar acordarme del pueblo de mi madre (me ha pedido expresamente que no diga el nombre, no vaya a ser que alguno me coja manía... y es que yo creo que ya teme de antemano lo que yo aquí diga). 
El pueblo de mi madre
 Mi madre nació en un pueblo y para mí descubrir aquello fue una novedad importante, porque sólo conocía el asfalto y el ajetreo de la ciudad. La primera vez que fui al pueblo de mi madre contaba yo con la corta edad de tres años. Del viaje no me acuerdo a pesar de ser unas 10 horas largas (supongo que iría dormida en el asiento trasero, la ventaja de ser una enana es que te sirve perfectamente de cama) pero de la llegada al pueblo me acuerdo perfectamente. Sales del coche y no te parece que hayas retrocedido en el tiempo, porque a esa edad aún no tienes muy claro que es eso del tiempo (el mundo sólo se divide en pequeños y mayores y aunque te aseguran que vas a crecer y ser mayor no te acabas de ver algún día como tu madre; mucho menos como tu abuela ... 'forever young') pero sí que ves que ahí pasa algo raro. 
 Para empezar el olor no es el normal, y tampoco es uno de esos aromas de fragancias que te cuentan en  la tele (a mi el anuncio del suavizante Mimosín me tenía hipnotizada: "¡y qué bien huele!"). Es una mezcla a campo y ganado. Especialmente a ganado y ahí es cuando relaciono yo el día de los animales con el pueblo de mi madre. Es la primera vez que ves un animal delante, porque lo primero que te cruzas es a uno, que viste un poco raro, llevando un burro... y luego resulta que el del burro es el tío de tu madre -hermano de tu abuela- y la que te acaba de pellizcar los mofletes con todas sus ganas (es la primera vez que alguien te recibe así e incluso piensas que si eso es una muestra de cariño y alegría qué te harán cuando se enfaden) es la hermana de mi abuela -la tía de mi madre-.
 Y en el pueblo se conocen todos, pero a ti no te conoce todavía nadie y empieza una sucesión encadenada de 'espachurramiento de mofletes' y besos babosos succionantes, de los que hacen ruido y todo. La primera vez te limpias la mejilla, pero ya a la segunda tu madre que se acaba de dar cuenta te dice que no te limpies el beso, que eso es una falta de respeto... (¡¡Claro, como a tí no te lo hacen!!) y entonces comprendes por qué Heidi los tenía así de rojos (los mofletes). Es que era la única imagen de 'pueblo' que tenía yo en la mente... hasta entonces. 
 Y vas por la calle y vas dando traspiés casi a cada paso. Y encima en lugar de ayudarte, ya a las sexta te dicen: 
_ Hija, qué torpe estás
_ Jolín, es que me lleváis a un suelo sin baldosas.... (en plan "que he hecho yo para merecer esto", como las alcachofas). 
 Y ya no era sólo las baldosas es que apenas veías un coche; y el de mi padre ya estaba siendo el centro de atención de vecinas varias. Yo por si acaso me escondía entre las faldas de mi madre, asustada; y es que apenas te apartabas un  poco a explorar por tu cuenta llega un momento que escuchas:
_ ¿Y quién es esa niña?
_ La nieta del "Mil Duros"
 Ala, y ahí ya a tu corta edad te encuentras en que ya no te llamas Marimar, no te conocen de nada y ya tienes un mote: "La Nieta del Mil Duros". Tampoco entiendes todavía mucho del valor del dinero, pero teniendo en cuenta que cuando te daban la paga te daban un duro y el duro, sí lo conocía (un duro igual a un chicle) pensabas "Guau, mil chicles!!!, mi abuelo tiene que ser importante..." porque el concepto "mil" a esa edad es lo más cercano que se tiene de estar en el infinito.
 Y sigues sin ver pasar coches, y sólo ves a gente llevando burros. Conclusión:
_ Mamá, en este pueblo no hay más que burros....
_ Hija mía, no sabes tú bien cuántos.........

Alcachofeas

 Duda existencial de turno: ¿Por qué a casi todos de pequeños el mayor castigo en la mesa era que te pusieran para comer alcachofas?  Yo recuerdo que casi era una sentencia condenatoria. Y no las has llegado a probar, pero sabes que no te van a gustar, porque era ya 'vox populi' que eso de que te pusieran alcachofas en el plato era una especie de castigo por no haberte portado bien o algo así y acababas pensando: qué habré hecho yo para merecer esto... Y en las típicas preguntas-encuesta que te hacían al estilo qué plato no te gusta, la mayoría coincidíamos que las alcachofas (y al que le gustaban se le miraba raro).
 Observabas el plato -lo olfateas incluso- y ya empezabas a poner gestos y muecas raras de asco. Era entonces cuando llegaba la parte de "Si no te las comes te meto interna en el colegio". En mi caso eso daba auténtico pavor, porque mi colegio tenía internado y lo veías como muy posible tal enunciado. Y eso de verse todo el día en el colegio 'no mola'. Y les coges todavía más manía a las alcachofas porque ya las relacionas con algo malo: alcachofas-internado (por entonces no hacía falta ver Supernanny para imponer orden en casa).
 Tampoco hace falta remontarse tanto, la verdad sea dicha no suelen ser un plato santo de devoción de nadie.Ya de por sí el nombre te resulta bastante 'amorfo': ALCACHOFA. Al parecer, el nombre se tomó por una muchacha a la que sedujo Zeus y que después la transformó en la planta que todos conocemos. Caprichos extraños de los dioses, porque la alcachofa procede de la familia de los cardos, y creo que hoy en día ya todos sabemos lo que significa que te denominen 'cardo'....
 Y es que a las alcachofas se les coge manía. Hace relativamente poco se puso de moda por eso de "la dieta de la alcachofa", se convirtió en la estrella de las dietas (hoy en día creo que la ha desbancado la dieta Dunkan)  y es que eso de que encima te la impongan en una dieta, que ya de por sí a nadie le gusta verse en tal estado, creo que sólo ha servido para cogerle más manía aún si cabe (donde se ponga un buen chuletón, o unos huevos fritos con chorizo, morcilla y tocino...). Sinceramente de nada sirve atiborrarse a alcachofas porque no es un milagro quema-grasas; simplemente ayuda a digerirlas. ¡Ejercicio, señores! eso es lo que quema grasas.
 Cosas de la vida hoy en día me gustan las alcachofas e incluso a veces se me antojan y tampoco las veo tan feas. Y es que en esta tierra que me ha visto crecer llamada Navarra, crecen unas exquisitas (las que tienen fama son las de Tudela).Y reconozco que no es que sea una verdura con un sabor fácil de definir; es un sabor de estos que te cuesta explicarlo, que simplemente dices: 'sabe a alcachofa'. Pero para eso existe el jamón, para acompañarlas; que como he dicho siempre, nunca he conocido a alguien que después de haber probado el jamón no le haya gustado (si vale, al tío de una amiga mía, pero es que yo no tengo el gusto de conocerle todavía)A estas alturas de la historia ya os podréis estar imaginando qué tengo para comer ¿no? pues eso....Que aproveche.