Ni bestias ni animales... lo siguiente.

 Hoy es el Día Mundial de los Animales y no he podido evitar acordarme del pueblo de mi madre (me ha pedido expresamente que no diga el nombre, no vaya a ser que alguno me coja manía... y es que yo creo que ya teme de antemano lo que yo aquí diga). 
El pueblo de mi madre
 Mi madre nació en un pueblo y para mí descubrir aquello fue una novedad importante, porque sólo conocía el asfalto y el ajetreo de la ciudad. La primera vez que fui al pueblo de mi madre contaba yo con la corta edad de tres años. Del viaje no me acuerdo a pesar de ser unas 10 horas largas (supongo que iría dormida en el asiento trasero, la ventaja de ser una enana es que te sirve perfectamente de cama) pero de la llegada al pueblo me acuerdo perfectamente. Sales del coche y no te parece que hayas retrocedido en el tiempo, porque a esa edad aún no tienes muy claro que es eso del tiempo (el mundo sólo se divide en pequeños y mayores y aunque te aseguran que vas a crecer y ser mayor no te acabas de ver algún día como tu madre; mucho menos como tu abuela ... 'forever young') pero sí que ves que ahí pasa algo raro. 
 Para empezar el olor no es el normal, y tampoco es uno de esos aromas de fragancias que te cuentan en  la tele (a mi el anuncio del suavizante Mimosín me tenía hipnotizada: "¡y qué bien huele!"). Es una mezcla a campo y ganado. Especialmente a ganado y ahí es cuando relaciono yo el día de los animales con el pueblo de mi madre. Es la primera vez que ves un animal delante, porque lo primero que te cruzas es a uno, que viste un poco raro, llevando un burro... y luego resulta que el del burro es el tío de tu madre -hermano de tu abuela- y la que te acaba de pellizcar los mofletes con todas sus ganas (es la primera vez que alguien te recibe así e incluso piensas que si eso es una muestra de cariño y alegría qué te harán cuando se enfaden) es la hermana de mi abuela -la tía de mi madre-.
 Y en el pueblo se conocen todos, pero a ti no te conoce todavía nadie y empieza una sucesión encadenada de 'espachurramiento de mofletes' y besos babosos succionantes, de los que hacen ruido y todo. La primera vez te limpias la mejilla, pero ya a la segunda tu madre que se acaba de dar cuenta te dice que no te limpies el beso, que eso es una falta de respeto... (¡¡Claro, como a tí no te lo hacen!!) y entonces comprendes por qué Heidi los tenía así de rojos (los mofletes). Es que era la única imagen de 'pueblo' que tenía yo en la mente... hasta entonces. 
 Y vas por la calle y vas dando traspiés casi a cada paso. Y encima en lugar de ayudarte, ya a las sexta te dicen: 
_ Hija, qué torpe estás
_ Jolín, es que me lleváis a un suelo sin baldosas.... (en plan "que he hecho yo para merecer esto", como las alcachofas). 
 Y ya no era sólo las baldosas es que apenas veías un coche; y el de mi padre ya estaba siendo el centro de atención de vecinas varias. Yo por si acaso me escondía entre las faldas de mi madre, asustada; y es que apenas te apartabas un  poco a explorar por tu cuenta llega un momento que escuchas:
_ ¿Y quién es esa niña?
_ La nieta del "Mil Duros"
 Ala, y ahí ya a tu corta edad te encuentras en que ya no te llamas Marimar, no te conocen de nada y ya tienes un mote: "La Nieta del Mil Duros". Tampoco entiendes todavía mucho del valor del dinero, pero teniendo en cuenta que cuando te daban la paga te daban un duro y el duro, sí lo conocía (un duro igual a un chicle) pensabas "Guau, mil chicles!!!, mi abuelo tiene que ser importante..." porque el concepto "mil" a esa edad es lo más cercano que se tiene de estar en el infinito.
 Y sigues sin ver pasar coches, y sólo ves a gente llevando burros. Conclusión:
_ Mamá, en este pueblo no hay más que burros....
_ Hija mía, no sabes tú bien cuántos.........

4 comentarios:

Nicky dijo...

jajajaja, se queda uno con ganas de más capítulos del pueblo de tu madre.... comoquiera que se llame... yo en el pueblo de mi madre era el nieto pequeño del tío Nemesio, mírale qué majo!!! y luego venía lo de los mofletes... eso parecía ser deporte nacional. También recuerdo cómo pinchaban los bigotes de las señoras... eran mis dos torturas máximas, seguidas de cerca por los besos repetitivos y sonoros mientras te aplastaban la cara... yo apenas volví.. y eso que no está ni a quince minutos de la casa de mi madre, pero.... preferí vivir con mis mofletes en paz

Mar Morales Cubillo dijo...

Traumas de infancia. Después te atiborraban: qué flaca estás...come,come. En cada casa ya tenían la bandeja preparada y ya piensas que te van a cebar como a los de Hansel y Gretel, porque sabes que ahí cada año hay algo llamado: "matanza".... ;)

Ana María Muñoz dijo...

¡¡Qué recuerdos me has traido!!El pueblo de mi madre (el mismo que el de papá pero como el no puede rebatir las alusiones...cito sólo a mi madre).Primero,huele a heno y paja y después aspiras para impregnarte de ese olor y te llega el del estiércol (sin comentarios).Luego a las mamás se les llama "amá"de toda la vida ¡vamos!.Sin embargo allí el "Madreeeeeeeeeee ha hablado usted con padreeeee?<<--(así hora y media).lo de los motes...yo soy la nieta del "enano" (1,97 medía el señor)y la del melonero (paterno)que traficaba con melones.Pero la verdad......¡¡me encantaba todo eso!.los achuchones,la gente,las casas abiertas y la gente en la puerta a "la fresca".¡¡Extremadura tierra de belloteros!!.Me ha gustado.¡¡Gracias por el viaje en la máquina del tiempo!!

Mar Morales Cubillo dijo...

Mi abuela era (y sigue siendo) "La Salinera", y a todo esto alli lo que todo el mundo decía era: "Mecagüen la mar salada...." (sin comentarios mi cara)........