Yo sólo quiero almejas...

 Mi plato favorito son las almejas a la marinera y punto. Es que mucha gente, cuando me lo pregunta, no puede evitar cierta sonrisa sarcástica. Creo que es porque ya están tan acostumbrados a que haga uso de un doble lenguaje metafórico y ya se piensan cualquier cosa (seguro que si dijera "los mejillones a la vinagreta" no pasaba eso). Pero es verdad, el día que descubrí las almejas a la marinera se quedó grabado en mi recuerdo.
 Yo tendría unos 7 años más o menos, no lo recuerdo y era un fin de semana próximo a mi cumpleaños, en verano. Un día de estos que dice mi padre: 
Hoy nos vamos a pasar el día con los abuelos (sus padres) a San Sebastián
 Porque resulta que en mi ciudad hace un día soleado y estupendo, y aventuras que allí, al no estar tan lejos, el tiempo no va a cambiar.
 Y recuerdas los preparativos del coche previos al viaje: la mini-nevera de campo (naranja que era), los bolsos, las toallas, el bañador, la crema de protección solar... y la chaqueta por si acaso. Y escuchas a mi abuelo decir constantemente:
_ Coged el paraguas. - (y se le mira raro, pero sigue insistiendo)Mete el paraguas. ¿Ya has cogido el paraguas?
 Y qué razón tenía mi abuelo. Conforme íbamos aproximándonos con el coche, las nubes eran más negras. Llegamos allí y como ya os podéis imaginar, aquello era de todo menos un día de playa (y qué viento hacía). Y vuelves a escuchar a mi abuelo refunfuñando:
¿No os dije que cogierais el paraguas?  -(porque es que, al final, nadie le hizo caso... salvo mi abuela, claro).
Lo que el viento no se pudo llevar...
 Pero ya que estás allí tampoco vas a malgastar el día, y como el plan de comer en la playa (como buenos veraneantes de los 80 tal cual se precie) se había ido al garete, se decide buscar un restaurante en la ciudad, que también se agradece, visto el día que hace. 
 Se escoge un sitio después de dar vueltas por los alrededores, te sientas a la mesa y te dan la carta. Y una ya sabe leer perfectamente a esa edad y además se siente importante porque hasta le han dado una carta a ella para poder elegir. Llega un momento en que te das cuenta que tus padres y tus abuelos se miran entre ellos un poco con los ojos como platos (años después te das cuenta que lo que pasaba es que aquello se salía un poco del presupuesto que tenían pensado) y compruebas un tanto sorprendida que todos parecen haberse puesto de acuerdo en pedir paella. Hasta que llega el turno de la niña, toda ella muy dispuesta, y le salta al camarero ante la sorpresa del resto de comensales:
Pues yo quiero ALMEJAS A LA MARINERA. _(ya conocía las almejas de alguna que otra navidad, pero eso de "a la marinera" te choca).
 Reacción inmediata de mi madre, disimuladamente en voz baja:
Pide otra cosa.
Y yo por qué voy a tener que pedir otra cosa; aquí todos habéis elegido lo que habéis querido ¿no?. Pues yo quiero almejas a la marinera, y ya está. (y no añades lo de "y si no, no como" porque entonces te acuerdas de la amenaza de encerrarte en el internado).
 Y vista tal escena, porque yo no hablaba en voz baja, la risa inevitable de mi abuelo (de mi abuela no tanto) y del camarero, pues nada, se consintió que la niña pidiera su plato de almejas. Y vaya almejas me pusieron, pedazo de almejas... mientras veías al resto comiendo su paella. Pero bueno todo hay que decirlo dejé que cada uno cogiera UNA de mis almejas.
 Mi abuelo Pedro recordaba siempre aquello: el día que a la niña se le antojaron las almejas. Ayer hizo diez años que falleció. Un besito abuelo, yo también me acuerdo de tí cada vez que pruebo las almejas a la marinera.

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