Na na na nananá...

 Recuerdo mis tardes de colegio cuando llegaba a casa. Al empezar a ir a la escuela ésta estaba al lado: en 3 minutos ya estaba en casa. Posteriormente nos mudamos de piso y de barrio. Pero yo no quería cambiar al cole de ese barrio: ¡qué pereza volver a hacer de nuevo amistades, con lo que te ha costado aprender el apellido y nombre de las 31 que había en mi clase!. Después 31+5, cuando el cole se volvió mixto: cinco chicos más (estaban bien rodeados, eh?). Después sólo eran cuatro porque uno repitió (que tampoco me extraña, creo que se sentía "extrañamente rodeado", además la clase del curso anterior estaba más combinada).
 Total que al final no hubo más remedio que volverme en 'chica del autobús'.  En mi cole se diferenciaban esa especie de 'gremios sociales': estaban las del autobús, las del comedor, las del autobús más comedor y las de mamá (éstas eran a las que les iba a buscar su madre a clase, yo también era antes de "las de mamá", pero ascendí en el puesto. Padres se veían pocos, la verdad,así que "de papá" no era nadie). 
 La ventaja de ser de las del autobús es que siempre acabábamos la última clase de la jornada, 15 minutos antes del resto, y siempre escuchabas al profesor/a de turno decir esas palabras mágicas de: las del autobús ya podéis salir. Y nos dábamos una prisa en recoger las cosas, quitarnos la bata y ponernos el abrigo.... sí sí, justo la misma que teníamos al entrar; exacta vamos. Y mientras, con una sonrisa no disimulada, veías cómo el resto te miraba cómo por fin escapábamos para casa y ellos seguían allí en el pupitre sentados (sobre todo si tocaba la clase de matemáticas, y estaba la víctima sudando en la pizarra y el resto temblando fuera el siguiente en ser juzgado, eso si que era un 'salvado por la campana' en toda regla).
 La desventaja en mi caso es que ya sí que me costaba llegar a casa, no era como antes. Mi parada era la última del recorrido (era la última en llegar y la primera en recoger, así que la puñeta por partida doble, porque tenía que madrugar bastante más que el resto para ir al cole; todo tiene sus inconvenientes y sus ventajas). Y por otro lado, la parada ni estaba en mi barrio, ni estaba en mi casa (evidentemente), porque la compañía de autobuses que tenía mi colegio decía que ya quedaba fuera del recorrido y que como sólo había que recoger allí a una persona -'la mendas'- pues se negaron a ponerme más cerca una parada. Así que cuando ya por fin llegaba a casa,  estaba agotada. A veces incluso aprovechaba a hacer las tareas dentro del autobús e incluso me daba tiempo a hacerlas antes de llegar a casa (salvo las redacciones de lengua, esas ya había que hacerlas con buena letra... Con lo que fastidiaban entonces y mira cómo es la vida que aquí una se pone a escribir en el blog y piensas: con lo que me molestaban a mí esas tareas de clase...).
Cucú-cucú, todos sabemos la hora...
 Así que llegaba de clase justo a tiempo del comienzo de Barrio Sésamo, a las 18:30 que era. Cogías el bocata que te acababa de preparar tu madre (todos los días te advertía antes que cogieras el paño de cocina y cuidadín con las migajas.... da igual, las migajas son las migajas), y te lo llevabas corriendo al salón de casa para ver la tele mientras te lo comías y escuchabas el comienzo de la sintonía, que era un pedazo letra... Na na na nananá, na na Na y aunque ahora no lo entiendan -ni siquiera ahora nos entendamos nosotros años después- nos encantaba ver a un erizo de rosa llamado Espinete (y no nos extrañaba que sólo se vistiera para ponerse el pijama y meterse en la cama y le diera sin embargo igual después ir en pelotas por la calle) o a Don Pimpón, que eso no era erizo ni era nada.... Siempre ha sido una de mis dudas existenciales ¿qué era realmente Don Pimpón? (la primera vez que me compró mi madre un peto vaquero no me gustó la idea nada, porque me recordaba a Don Pimpón, y es que yo era más de Espinete que de Don Pimpón). Y te gustaba esa calle, y te preguntabas por qué el panadero de tu calle no era tan simpático como Chema, y daba igual los repitieran, lo seguías viendo.
 Después salían ya los 'teleñecos' (por llamarlos de alguna forma), que esos ya los conocían en todas partes: Epi y Blas, Coco, Triki (el monstruo de las galletas)... pero mi favorito era Gustavo: el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo, siempre con el micrófono en la mano. No os sé decir por qué pero me encantaba esa rana, era mi sección favorita del programa, cuando salía la rana con su gabardina enfundada. 
 A veces me pregunto si fue culpa de la rana Gustavo, la que me influyó para que años después decidiera que lo mío era el periodismo y la comunicación audiovisual a la hora de elegir carrera profesional. Aunque yo siempre decía que iba a ser veterinaria... pero como he dicho siempre: bichos hay en todas partes.

1 comentario:

Ana María Muñoz dijo...

¡¡Ays qué recuerdos!!.Es genial como a pesar de la década cronológica que nos separa,hayamos crecido con Barrio Sésamo.Me tocó "tragármelo" después con mis hermanos pequeños.Acostumbrada a cuando decían que la Rana Gustavo era verde,me la imaginaba pero la veía en blanco y negro hasta que, a "Padre y a madre"se les ocurrió comprar una tele en colores(bueno la tele era negra,no sé porque la llamaban tele en color).Don Pimpón era el conserje que teniamos en mi colegio(el Señor Cid,D.E.P.).Era clavado a él y llevaba también una especie de peto donde llevaba sus enseres (llaves,herramientas ,etc).Por eso desaparecía cuando nos quedábamos encerradas en el baño¡¡Estaba rodando capítulos!!.Gracias querida Mar por traernos recuerdos de la infancia.Es bueno refrescar la memoria de vez en cuando (y más cuando se está rozando la peri-menopausia).:-)