Mi Oso


 Miras a tu alrededor, realizas una lista mental de objetos susceptibles de acabar en la basura o ser reciclados, y entonces te das cuenta del valor que has ido otorgando a cada cosa. Papeles, viejas revistas, libros amontonados, pinturas inacabadas, bolígrafos gastados y entonces lo ves: allí está el Oso.
 Siempre he salvado a aquel Oso de peluche de la 'quema' a pesar de ser ya trapo viejo. No es bonito, no le brillan los ojos, no es suave al tacto, ya no es de peluche siquiera. Desentona visiblemente con el resto, pero resulta imposible no dedicarle una mirada amable. Siempre ha sido mi amigo a falta de hermanos. Compañero de juegos, cómplice de aventuras y testigo mudo de muchos secretos.  Nunca le puse nombre, no necesitaba tenerlo. Simplemente era mi Oso, es mi Oso... ¿Cómo siquiera imaginar que otro pudiera serlo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay cosas especiales a las que no hace falta ponerle nombre, y esas pequeñas cosas son las que te llenan mucho,en momentos que uno necesita simplemente algo de calor (color);)