Obsesiones Temporales

Las tiendas de antigüedades siempre le habían producido una sensación de vacío y desazón difíciles de explicar. Quizá fuera la sensación de humedad amenazando carcoma, o el olor a naftalina; quizá la escasa iluminación del local o el silencio sólo interrumpido por el crujido de madera vieja bajo sus pies. Puede que fuera todo en su conjunto, pero le parecía que entrar allí era abandonar el mundo real para entrar en otro entorno completamente distinto, diferente, como si el tiempo se hubiera detenido y se encontrase suspendida en un paréntesis.
Miró a su alrededor y le recorrió cierto escalofrío. Aquellos objetos allí expuestos, inertes, sombríos, con los evidentes signos del paso de los años en su haber, le transmitían melancolía. Como si hubieran cobrado vida y  añorasen cualquier tiempo pasado, a la espera de ser observados. Como si el sólo hecho de sentirse reflejados en el iris de una mirada supusiera recobrar parte de la utilidad que un día tuvieron. No eran prácticos. La mayoría de ellos habían perdido su razón de ser y beneficio. 
Sin embargo tenían una característica peculiar, algo que habían adquirido con los años y los hacía únicos: la capacidad de transmitir su esencia original a la mente del individuo, haciéndose hueco en ella de una manera sencilla y humilde, sin estrategias sofisticadas, pero de una forma tan sublime y de elegancia exquisita, que podían llegar a convertirse en verdaderas obsesiones. Ese no saber cómo explicar que apareciese una vez más en aquella tienda, la sombría, la que le daba escalofríos, la que le transmitía melancolía a por otra olvidada muñeca de porcelana.

Poco a poco

 Poco a poco. Sin lugar a dudas esa ha sido la frase que más he escuchado pronunciar en mi vida. No importa el contexto, las cosas parecen ir siempre poco a poco. Es una manera de quitarle aceleración al tiempo, despacio, no hay prisa.
 Y te recuerdas dedicándole una de tus más desalentadoras miradas al plato de alcachofas con verduras que tenías delante. Ese poco a poco paciente, con el que te animaban a comer algo,como si el hecho de comer despacio iba a conseguir algo, acababa convirtiéndose en todo un sinsentido razonado:
_ Es que no me gusta.

_ Yo ya he comido. Venga, come.
_ Claro como cocinas tú, haces lo que te gusta, pero a mi no me gusta... y no me gusta.
_ ¡Que comas de una vez! Siempre nos dan las tantas con el plato delante. ¡Hay que ver con la niña!
 No era justo. No, no lo veías justo cuando estaba claro que el problema no estaba en comer, sino en cuestión de gustos. 
Tampoco te podrías por entonces ni imaginar que unos treinta años después, volverían a estar pendientes de tu alimentación (tampoco podrías ni imaginar que te acabasen gustando las alcachofas)
 Y lo que antes llamabas "el médico de comer" se convierte en nutricionista dietista. Y vuelves con los pies descalza a saludar a esa báscula rara de metal reglada, como si te hubiera estado aguardando con los años y se resistiera a lo digital.
_ Parece que vamos recuperando peso.
_ Bueno, sí, poco a poco.
_ ¡Eso es! poco a poco.

Nunca digas...

 No me gusta utilizar la palabra "adiós". No, no me gusta. Me produce cierto sabor amargo pronunciarla en una despedida, incluso aunque sea escrita. Es como esa sensación de estar diciendo algo, "por si acaso no volvemos a vernos", y puede que en alguna ocasión así sea (y en otras circunstancias incluso lo deseas) pero sigo sin usarla.

 Del mismo modo tampoco me gusta recibirla. 
Solía quejarme, principalmente al verla escrita.
_ ¿Adiós? No pongas adiós, pon "hasta otra", en todo caso.
_ Pues hasta otra, ¿qué más da?
_ A mí sí me da.
 Y de eso la gente se acuerda. A lo mejor no recuerdan tu cumpleaños (lo de que no me gusta recibir llamadas ese día, también se olvida), pero lo del "adiós" queda sellado en la memoria.
 Tal es así que cuando se usa, os podéis imaginar cuándo se usa: al término de una de esas discusiones acaloradas en las que en la mayoría de los casos ninguno lleva la razón, pero se intenta. Naturaleza humana. Somos así: sabemos lo que molesta y cuándo y cómo hacer uso de ello. Es una de las cosas que ya usábamos en la infancia y, de una forma más o menos educada, seguimos haciendo. 
 Del mismo modo se sabe que dependiendo del grado de importancia que vas otorgando a las personas que se cruzan en tu vida, el uso de una sencilla palabra puede llegar a hacer más o menos daño. Recibes un "adiós", y te pones a la defensiva, porque sabes por qué se ha dicho y la manera en que se ha dicho, y te sale un: "pues que te den". Y ahí queda la cosa.
 Una de las veces en las que he vivido tal situación -el de la discusión acalorada en las que se te echa en cara algo- fue con una de esas personas que consideras o tienes catalogada, como una de las que más te conoce (porque es así, esas discusiones siempre suelen producirse o con quién más te conoce o con quien no te conoce de nada).  Y esta vez me sorprendió al término de la misma utilizando un inesperado:"Hasta nunca". Puñalada al alma. "Adiós" -fue mi respuesta. Y sabiendo lo que se sabe, y que a estas alturas ya todos sabéis, no era tampoco lo que se esperaba. Y ahí queda la cosa, tajante (del orgullo humano hablaremos en otra ocasión), sin vuelta atrás; y días después recibes en el móvil: 
Entonces qué prefieres, ¿el 'hasta nunca' o el 'hasta siempre'?

Finiquitando el miércoles

 No me gustan los miércoles y se sabe. Bueno, se sabe a quien ha tenido la molestia de saberlo con el paso de los años: no me gustan los miércoles. Y hoy no va a ser un miércoles menos, aunque sea 15M, aunque sea San Isidro y festivo en Madrid, aunque se crease por fin un agujero negro en el acelerador de partículas del CERN.
 Estoy aquí rememorando tema de los Beatles, sin tampoco causa justificada alguna. Es un impulso que te lo pide el organismo,lo mismo que te pide comerte un yogur de fresa a las 5 de la mañana... ¬¬

  Pues eso, que estaba yo aquí observando a Paul McCartney interpretando un tema de Lennon, de los primerísimos que compuso, y yo no sé cómo fue la vida conjunta y sufrida de ambos, pero en esa mirada al interpretar "In Spite of all the Danger", años ya... se vislumbra ese sentimiento que todos en algún momento de nuestra vida hemos tenido del paso del tiempo, de echar de menos a alguien, de recordar siempre lo bueno y de que cualquier tiempo pasado fue mejor...
http://www.youtube.com/watch?v=RuuOAA9ekbg

Mi mundo por un globo

 
Mi mundo por un globo.
 Nimey adora los globos. Se olvida del mundo cada vez que ve un globo.
 Una de las primeras palabras que aprendió a reconocer:"GLOBO". Es escucharla y se produce la transformación: se olvida de lo que estaba haciendo, comiendo, jugando o escondiendo. Se acerca presurosa, se para a escasos centímetros, gira la cabeza a un lado en ese gesto suyo tan entre intriga e 'interrogancia', y te observa fijamente con esas canicas negras que tiene por ojos.
 Más vale que realmente exista tal globo, porque como no lo tengas en tu poder, estás perdido: no se le va a olvidar el resto de la jornada, y es más, se tomará su particular venganza en forma de: "Nimey noooooo, ahí no se haceee!!!" (a buen entendedor pocas palabras bastan).
 Es por este motivo que en mi cocina, si abres el primer armarito del estante, entre los botes de nocilla, nutella, la crema de cacahuete y la caja de chocolates (y las cajas de ibuprófeno, naproxeno sódico, y el ácido acetilsalicílico, ¡ah! y el omeprazol, el bicarbonato y la sal de frutas, se me olvidaban...) te encuentras siempre con una bolsa de globos de colores.
 

Suele tener preferencia por los verdes, pero en eso no es etiquetosa, con tal de que sea un globo. Espera paciente a que se lo infles -incluso se relame imaginando el instante- y una vez ya hinchado se para el mundo, el tiempo no existe, ni tampoco el resto (ladrón, no leas esto)
 Ha aprendido a lanzárselo ella sola, a que tiene que cogerlo por el nudo para que no explote y a que cuando esto sucede, es normal que desaparezca.

 Al principio el concepto de: ¡Pummm!!, y ya no hay globo, no lo asimilaba. Empezaba a dar mil vueltas buscándolo, como si el globo hubiera traspasado a una dimensión paralela y le hubieran dejado una porquería de plástico a cambio; así es de injusta la vida a veces, Nimey, qué vamos a hacerle... También aprendió a poner mirada de cordero degollado para poder conseguir otro globo.
 A veces te animas a jugar con ella, y te acuerdas de aquella canción que te cantaban de pequeña: "Un globo, dos globos, tres glooobos; la luna es un globo que se me escapó". Y se la cantas mientras le lanzas el globo a lo alto y ella intenta de un salto darle con el hocico hasta volver a elevarlo, y así hasta que ¡¡Pum!!! desaparece en lo infinito de 'algo'.
 Cierto día, ya de noche, uno de esos días que tienes raro, melancólico... de esos que te dan por recordar y en realidad no estás pensando en nada, de pronto ves a la perrita que viene a tumbarse a tu lado en el sofá.Te quedas mirando y sin más se te ocurre decirle: "Nimey, tráeme la luna". Y ante tu sorpresa, da un salto, sale corriendo pasillo adelante y vuelve al minuto con un globo blanco. 

Borrón y cuenta nueva



 Ni una letra más, ni una letra menos: era la palabra perfecta. Nacer el Sol en Mi la partitura adecuada. Impredecibles, incompletos, inconclusos... así son los corazones rotos.
 Empezó a emborronar con tinta renglones extraños, esas palabras que al igual que atan demonios, otras veces los desatan. Y de pronto se dio cuenta que no había más hojas blancas en la mesa. Salió a la calle y entonces, miró hacia lo alto y comenzó a escribir en las estrellas.

Narciso

 Hace un par de días alguien me enseñaba orgulloso cómo había florecido un narciso en uno de los maceteros de su terraza. 
 Es algo que supongo que cuando ha costado sus esfuerzos y sudores salga adelante (es decir acuérdate de regarlo, y cruza los dedos a ver si sale algo)  es inevitable sacarle la foto, subirla a la red y mostrar al resto de humanidad su pequeño triunfo personal, como si de pronto uno descubriera ese 'poder de dar vida' a algo que ya de por sí tenía vida. 
 Es la satisfacción de ver cómo una semillita va germinando (y recuerdas aquel momento glorioso en el colegio cuando descubriste que las lentejas no sólo eran lentejas que si quieres las comes y si no las dejas). Y cuando por fin, haciendo honor a la primavera, tal cual período de gestación, un día ves asomar el capullo, y nunca pensaste que un capullo te diera tanta alegría ver asomar.
 Y poco a poco va saliendo la flor y se transforma en un narciso, y te lo enseñan orgullosos y casi que ni te sorprende escuchar: "¡Mira!, ¡Ha salido como en las fotos de los libros!" porque ya a estas alturas de la humanidad uno se puede esperar que salga 'cualquier cosa'. Y te asombras todavía algo más cuando tú respondes: "¡Anda! ¡Pues es verdad!" como si te resultase también increíble tal hazaña. Y es que el narciso no son sólo pétalos y ya está, tiene su forma particular, tan geométricamente perfecta que aún dudas de si incluso ha sido comprado en una floristería y te está tomando el pelo (porque de todos es sabido que en las floristerías siempre todo es perfecto). Pero le concedes el margen de la duda, pero con ganas de preguntar: "¿Y huele?" porque piensas que algún fallo tiene que haber, porque sigue sin parecerte "autentica", como cuando uno entra en un comercio de chinos, ya me entendéis, que hay muchas cosas 'que parecen' pero 'no lo son'; en otras palabras, que de originales poco o nada.
 Y vuelves a mirar la estrellada flor y te entra hasta lo primaveral por las venas e incluso quieres aportar tu lado 'pedante' y preguntas al orgulloso dueño de la planta delante: 
- ¿Tú sabes quién era Narciso?
Y se sucede un momento de pausa pensante, en silencio, con esa duda que por lo visto tiene siempre la gente conmigo cuando les pregunto algo, intentando adivinar por dónde voy a saltar esta vez y finalmente me responde.
- El primo presumido del Pato Donald
Y entonces ya comienzas a entender esa sensación que tenías de "Flor made in China"...
Y bien empiezas a pensar que o bien se sabe poco de mitología griega, o una vez más te están tomando el pelo o.... ¿¿en serio sólo se me relaciona con patos??